Andrea
La Planta.

La planta de las grandes iglesias góticas responde a dos tipos principales:

  • de tradición románica. En ella se observan casi las mismas formas que en el estilo románico y más comúnmente la de cruz latina, con girola o sin ella pero con los brazos poco salientes y con los ábsides o capillas absidiales frecuentemente poligonales. En las iglesias menores o populares se adopta como planta más común la de cruz latina o la rectangular y con un solo ábside poligonal en la cabecera.
  • de salón. Donde la planta carece de crucero de brazos salientes (aunque no deja de ostentarse más o menos la simbólica cruz de enmedio), el templo de salón presenta una disposición basilical y posee tres naves de igual altura y, por consiguiente, un sistema de iluminación lateral. Los espacios interiores son amplios y desahogados, abarcables con una sola mirada y tremendamente unitarios, por ello que parezcan o tengan el aspecto de un gran salón.

En todo caso, la planta se divide en tramos rectangulares o cuadrados determinados por las columnas y arcos transversales y sobre éstos, cargan las bóvedas de crucería.



El Arco apuntado.

El arco apuntado es uno de los elementos técnicos más característicos de la arquitectura gótica y sucedió al arco de medio punto, del estilo románico. El arco apuntado, a diferencia del arco de medio punto, es más esbelto y ligero ya que transmite menores tensiones laterales, permitiendo salvar más espacios.



Bóveda de crucería.

La bóveda de crucería, formada por arcos apuntados es más ligera que cualquier otro tipo de bóveda construida. La utilización de este tipo de arco formando un esqueleto tridimensional unitario refleja el alto conocimiento técnico que alcanzaron los constructores de catedrales.












Para soportar el empuje del peso de las bóvedas construyeron contrafertes con abortantes en vez de construir gruesos muros como se realizaba en el románico, en el que los contrafuertes adoptaban la forma de pilares adosados exteriormente al muro. Los contrafuertes se separaban de la pared, recayendo el empuje sobre ellos por medio de un arco de transmisión denominado arco arbotante. Podían alcanzar una mayor resistencia colocando a continuación un segundo contrafuerte. Los arbotantes también cumplían la misión de albergar los canales por donde descienden las aguas de los tejados y evitar así que resbalen por las fachadas.

Por un lado, la disposición de estos machones transversales permitía hacer fachadas con enormes huecos. Además al conectar los contrafuertes por medio de arcos arbotantes a la estructura principal se ganaba brazo de palanca y se liberaba espacio para situar naves laterales, paralelas a la nave principal.

El sistema de arbotantes y contrafuertes de las iglesias góticas constituye un elemento característico que embellecen el exterior de los edificios, pero a la vez, ponen de manifiesto la propia fragilidad estructural, ya que sujetan el edificio a modo de apuntalamiento externo.



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