La escultura gótica se extiende desde finales del siglo XII a comienzos del siglo XV por la Europa Occidental cristiana.
Los capiteles dejan de ser un espacio preferente para los relieves; las arquivoltas de los pórticos pasan de ser decoradas en sentido radial para serlo en el sentido de los arcos; el altar mayor pasa a acoger retablos cada vez más complejos, que pueden ser pictóricos o escultóricos.
Las esculturas de bulto redondo empiezan a independizarse de las paredes y a hacerse cada vez más autónomas. Las adosadas a las columnas y parteluces se hacen más esbeltas y dinámicas.
La expresividad cambia, haciéndose menos hierática y más expresiva, reflejando sentimientos (dolor, ternura, simpatía), y en coincidencia con una nueva mentalidad más urbana y próxima a los conceptos filosóficos del hombre y la naturaleza en la filosofía escolástica y la renovación de la espiritualidad. En concreto la representación de las distintas escenas de la vida de Cristo se hacen desde una perspectiva más humana, con el fin de acercarlo a la experiencia vital de cada fiel: desde el Nacimientos hasta la Crucifixión. La representación de la Virgen María suele hacerse más femenina y maternal, mientras que en el románico solía reducirse a un mero trono donde Cristo se sienta para gobernar al mundo.
Publicar un comentario